EL MAYOR MIEDO DE UN BOMBERO

El día 5 de enero de 2021 se produjo un incendio en la residencia de mayores «Domus Vi» situada en la calle Baltasar Gracián de Sevilla en la que hubo que evacuar a todos los usuarios y trabajadores del edificio. Fue una intervención difícil por cuanto los residentes eran personas de avanzada edad, con patologías de diversa consideración y con movilidad reducida. Gracias a la labor de nuestros compañeros, los bomberos del ayuntamiento de Sevilla, junto con otros cuerpos de seguridad , emergencias y voluntarios, fundamentalmente vecinos de las viviendas colindantes, lo que pudo ser una auténtica catástrofe se quedó en un enorme susto para la mayoría de los abuelos.  No obstante tuvimos que lamentar el fallecimiento de una mujer de 89 años y la atención hospitalaria de 21 ancianos, de los cuales tres se encuentran en «estado crítico» según la prensa local del día 7. El resto de los residentes fueron trasladados a distintos centros e incluso se habilitó el pabellón deportivo San Pablo para centralizar el operativo y recepcionar en un primer momento a los ancianos para su posterior  ubicación y destino.

Sin embargo este post no es para daros una noticia que ya conocéis la mayoría de vosotros sino para mostraros cual es el terror más profundo al que se tiene que enfrentar un bombero a lo largo de su vida profesional. Por supuesto no me refiero a enfrentarnos a las llamas, o encontrarnos en situaciones en las que existen posibilidades de «entregar la cuchara», a quedarnos atrapados bajo un montón de escombros, a tener un accidente mortal  por caídas en altura o sifonados en una poza…No es a ese miedo, que es razonable desde el momento en que nos enseñan a controlarlo y convivir con él, al que me refiero.

Me refiero a uno mucho más irracional, emotivo y difícil de controlar por la que han pasado algunos de mis compañeros y amigos a lo largo de su vida profesional, cuyos nombres y ejemplos no pongo aquí por el dolor que aún me hace sentir con solo pensar  en ello.

El miedo al que me refiero es el tener que actuar en un siniestro como profesional en el que se ve implicado un ser querido, ya sea un accidente, un incendio o cualquier otra emergencia a las que nos dedicamos.  Si la simple sospecha o incertidumbre que se trate de nuestro allegado  nos aterroriza, imaginaros si  estáis en  el equipo de trabajo que debe actuar y sabéis a ciencia cierta que es vuestro ser querido el que se encuentra en ese trance.  Y aunque nuestra preparación técnica nos haga acometer las emergencias con el mayor celo y profesionalidad, nuestro ser interior esta simplemente «despavorido».

Para eso ni nos han preparado ni lo estamos, y tampoco nadie se ocupa de nosotros tras un trance de estas características. Que yo sepa, en 38 años de trabajo jamás he hablado con un psicólogo ni he tenido ningún tipo de tratamiento o terapia tras mi actuación en un siniestro, a pesar de lo hundido o afectado que pudiera estar. Ese apoyo sicológico, tan mediático, que se les ofrece a las víctimas en catástrofes, nosotros nunca lo hemos tenido en nuestro trabajo diario. A pesar de lo fuerte que física y psíquicamente nos creamos, estas “tragedias” cotidianas, y sobre todo los fuertes impactos emocionales que sufrimos, van rayendo tu entereza y puede ponerte al borde del abismo. Dado que no tenemos ayuda profesional para estos casos, muchas veces nos hemos visto obligados a buscar “remedios caseros”  que permitiesen abrir la espita por donde salga la presión acumulada y así poder mantener un equilibrio emocional aceptable. Pero esto me lleva a una inquietante  pregunta, difícil de responder por cuanto los datos sanitarios no son públicos: ¿tendrá que ver esta situación de continuo estrés laboral con las posibles adiciones, enfermedades mentales y conflictos socio-familiares en bomberos?

De cualquier manera hemos vuelto a asistir a un nuevo caso en el que un compañero que estaba de guardia el dia 5 de enero de 2020 sufría un tremendo sobresalto al conocer que el aviso de emergencia por el que se movilizaban los 4 parques de bomberos de Sevilla se dirigían al incendio de una residencia donde se encontraba ingresada su madre con alzhéimer.

Es ese el momento que todos los bomberos tememos, es esa la situación que lleva nuestra angustia al borde del colapso. Después de la cantidad de desgracias que hemos visto y los resultados luctuosos  de muchos de ellos, no puedo ni imaginar el mal rato y la desesperación por la que pasó nuestro compañero Juan Carlos mientras se dirigía a la residencia, se colocaba la botella de aire y entraba en el inmueble a buscar a su madre.  A partir de ahí, cualquier cosa que os puedan contar o podáis leer sobre el tema  seguramente no se acercará ni de lejos  a lo que en realidad sucedió  porque eso solo lo puede saber quien pasa por ese trance. No obstante os pongo los enlaces de los artículos publicados  donde se recoge este suceso aunque siempre  desde una visión periodística.

Juan Carlos Rodríguez Ramos

https://www.diariodesevilla.es/sevilla/incendio-residencia-mayores-DomusVi-Sevilla-santa-Justa-testimonios-dia-despues_0_1535546616.html?utm_source=whatsapp.com&utm_medium=socialshare&utm_campaign=mobile_web

https://play.cadenaser.com/audio/1610021473994/?ssm=whatsapp

https://www.europapress.tv/sucesos/535418/1/incendio-residencia-sevilla

https://www.niusdiario.es/sociedad/sucesos/juan-carlos-tras-salvar-madre-incendio-residencia-sevilla-he-vivido-pesadilla-bombero_18_3071520052.html

https://www.diariodesevilla.es/sevilla/Incendio-residencia-mayores-Sevilla_0_1535246948.html

https://www.diariodesevilla.es/sevilla/incendio-residencia-mayores-Sevilla-Policia-Cientifica-concluye-inspeccion-DomusVi-Santa-Justa_0_1535846614.html

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