Siempre he pensado que todas las cosas tienen un principio y un porqué, y que nada es aleatorio en esta vida aunque lo parezca.
Indicar que desde que entré en la facultad de Historia de Sevilla, allá por el año 1979, siempre hubo dos materias que me fascinaron: La prehistoria y la cultura clásica.
Fueron tiempos duros para un estudiante con pocos recursos. El país estaba en un momento de cambio, de efervescencia política, en un momento de graves dificultades económicas. Aún recuerdo la lucha diaria de mis padres por sacarnos a todos adelante y darnos el mejor futuro posible y que ellos tradujeron en una máxima: “darnos estudios”. Siempre he pensado que mi madre es la mejor “chef” que he conocido, maestra en el arte del “desavío”, creadora de platos tan innovadores y nutritivos, como deliciosos y baratos, que hoy día dejarían boquiabierto a los “ejecutivos del Tapper y el Microondas”. Por otro lado nunca he podido comprender la pasta de la que está hecho mi padre, porque durante muchos, muchos años, estuvo trabajando de día y de noche, en dos trabajos diferentes; prácticamente no lo veíamos porque él llegaba cuando ya estábamos durmiendo y los días que llegaba a cenar, solo tenía tiempo de cambiarse de ropa, “engullir” lo que hubiese y salir volando.
Aunque yo siempre había estudiado con beca, esta no daba para cubrir unos mínimos vitales, por lo que una vez cumplido los 18 años no tuve más remedio que buscar trabajo para ayudar en casa y poder pagar los gastos que generaban los nuevos estudios universitarios. Aún recuerdo la de veces que me iba andando desde mi barrio a la facultad para ahorrar el dinero del autobús y poder pagar las fotocopias de los apuntes…pero en fin, eran otros tiempos.
Si puedo decir que en esos años era una quimera encontrar trabajo en Sevilla y cualquier puesto era disputado por una gran cantidad de personas. Fue mi hermano Manuel el que me propuso presentarme junto a él a unas oposiciones de bomberos para ser funcionario del Ayuntamiento de Sevilla, y a partir de entonces esa fue mi profesión. En ese momento conseguí dos objetivos: tener recursos económicos para ayudar a la familia y obtener una “beca permanente del estado” para terminar los estudios y poder dedicarme a la investigación.
Fue en esos años de formación académica cuando conocí a mi profesor Jose María Santero Santurino quien sabedor de mi profesión me incitó a trabajar sobre los Centonarii de Hispalis, los bomberos romanos de Sevilla, aconsejándome que leyese en profundidad su libro sobre “Las Asociaciones Populares en Hispania Romana”, Publicado en 1978 por la Universidad de Sevilla. Incluso obtuve una beca del Ayuntamiento de Sevilla en 1985 para un proyecto de investigación titulado “Corpus Centonariorum, una asociación profesional de la Hispalis Romana”; pero todo ello se fue al traste con la muerte prematura de mi estimado profesor.
Es este libro aprendí que era un Centonari y por eso os pongo la cita textual tal y como viene en las página 115 del citado libro:
“Los centonarii, en principio, son fabricantes de centones, piezas de tela basta, hechas de tejidos viejos, que tenían múltiples aplicaciones, como servir de cobertura para las camas y para la confección de vestimentas de esclavos; pero fundamentalmente se empleaban a manera de toldos o lonas, para proteger a personas, animales y objetos del fuego (por ejemplo, en la guerra), y para extinguir los incendios. El término se aplica también a los que utilizaban centones, como los bomberos, formando colegios”.
Creo que este es el nombre más adecuado para mi blog por cuanto es una buena forma de mostrar la íntima unión que ha existido a lo largo de mi vida entre mi profesión como bombero y mi pasión por la ciencia histórica.